El cubano Roger salvó la vida tras una decisión de última hora en los aseos de un aeropuerto de París. Decidió huir, con una pequeña mochila a la espalda, de los militares que le denunciarían a Cuba. Su mujer Yanilka y su hijo de 13 años se salvaron porque, en medio de un río helado en Serbia, llamó a su cuñado mallorquín para activar la ayuda humanitaria de emergencia.
Las últimas páginas del libro vital de Roger y Yanilka resumen que están vivos y que consiguieron escapar de la dictadura cubana en el momento en que más peligro corrían. Pero para entender los comienzos, abramos las primeras páginas, cuando esta idea empezó a fermentar en sus cabezas tras experimentar la calamidad, el abuso de poder, la agresión y el miedo de los tentáculos del gobierno.
Roger huyó solo, habiendo conseguido cambiar su apellido para convertirse en un don nadie. Un año después huyeron su mujer y su hijo. Detrás de cada decisión estaban José Luis y la hermana de Yanilka, Kata, de Mallorca. «Sin ellos no estaríamos aquí», reflexiona Yanilka. La familia cubana está bajo protección internacional. Roger espera recuperar su apellido y volver a ser alguien. Son médicos, con amplios estudios y experiencia en el campo de la salud. Han salvado vidas y ahora les han salvado a ellos.
La historia de Roger
La Habana, 2014. Roger fue enviado a Venezuela, donde pasó los dos años siguientes lejos de su Yanilka. Aún no eran padres y ella estudiaba medicina. Roger, radiólogo, estaba obligado a cumplir con el gobierno castrista. Se encargaba de la ayuda humanitaria, que en aquel momento era crucial en el país afectado por las protestas contra Maduro. «Éramos miles de cubanos y cada uno de nosotros tenía una misión que cumplir. Si no la cumplías, no eras rentable para Cuba y te hacían una mala evaluación». Una mala evaluación era lo peor que le podía pasar a un cubano. Marcaba su vida.
«Durante el último año, un colega y yo hemos pedido la asilo político en Estados Unidos a través del programa parole, una admisión especial para médicos cubanos». El 4 de abril de 2016, cuando se disponía a salir hacia Colombia para hacer una escala, «los militares cubanos me cogieron -el otro compañero logró salir- y me deportaron a Cuba».
Cuando se produce una deportación, como Yanilka relataría más tarde, el gobierno cubano emprende una serie de medidas «educativas» consistentes en el «adoctrinamiento» a través de encuentros políticos, sindicales y militares. «Pasé dos años así», recuerda, hasta que fue enviado a Argelia, concretamente a un hospital de la ciudad de Tamanrasset, para llevar a cabo otra misión.

Es abril de 2018. «Dos mil trabajadores sanitarios como yo trabajaban más de 12 horas al día, sin salir del trabajo. Doce de nosotros dormíamos en cada una de las diez diminutas chozas situadas en un terreno vallado. Así nos tenían a los médicos cubanos, lo llamábamos la cárcel de Guantánamo.
En esta historia no faltaron los insultos. Roger recuerda que «los médicos locales solían decirnos que éramos sus esclavos. Si se quejaban, los responsables de su unidad en el hospital argelino les respondían: ‘Debemos hacer avanzar al país'». Roger también cuenta que les obligaban a subir publicaciones en Twitter al gobierno cubano con esta ayuda humanitaria en Tamanrasset. Pero lo que los médicos cubanos no pudieron comentar fueron las condiciones inhumanas que sufrieron.
El país argelino pagaba por nosotros, pero hubo meses en los que el gobierno cubano no pagó nuestros salarios. En el contrato que firmamos, nos prometieron que serían 3.000 dólares, pero nos pagaban, cuando querían, 600 dólares. Comíamos lo que podíamos, lo que recibíamos del hospital, lo que sobraba de los pacientes. Roger aguantó tres años. En 2021, tras la apertura de las fronteras, se vio obligado a regresar a Cuba. El motivo fueron problemas con la renovación de su contrato. Pudo ver a su mujer y a su hijo y fue entonces cuando pensó en huir. «Me convertí en un desertor por mi país.

Lo primero que hizo fue cambiar el orden de sus apellidos. De esta forma se convirtió en un don nadie para su país. Una vez que obtuvo otra identidad, partió en avión hacia París, lleno de soldados y otros cubanos. Cuando llegó a Europa, su idea era venir a España, pero le cogieron y le dijeron que subiera al avión con destino a Argelia para continuar su contrato de misión. «Tuve que pensar en cómo escaparEn un momento dado pregunté a los agentes si podía ir al baño. Me dieron permiso y, de camino allí, empecé a buscar la señal de salida en inglés (salida). Cuando lo vi, salí corriendo», detalla Roger.
En París tenía un amigo. Se quedó en su casa una noche hasta que avisó a su hermana Katy y a su cuñado José Luis, ambos de Mallorca. Esta pareja cogió un barco y un coche y partió hacia Francia en dos días y medio para recoger a Roger y traerlo de vuelta a Baleares.
La huida de Yanilka y su hijo
En noviembre de 2021, cuando su marido Roger ya empezaba una nueva vida en Mallorca, unos soldados de paisano llamaron a su casa. Ella abrió la puerta para preguntarle dónde estaba, que había desertado. «Insistí en que no lo sabía.
Aquí comienza la pesadilla de Yanilka. Cada semana recibía visitas de los militares para iniciar un proceso de adoctrinamiento. Ella y su hijo pequeño. «Me obligaban a asistir a los Comités de Defensa de la Revolución (CDT), a desfiles militares, a marchas de combatientes….. Tuve que asistir a sindicatos, como la Central de Trabajadores de Cuba». Yanilka, por aquel entonces, trabajaba en un hospital.
Es médico de familia, diplomado en enfermería y especialista en anestesiología y rehabilitación. Dice que el Ministerio de Salud Pública «cancelaron todas mis cuentas, incluida mi nómina. Vivía de una cartilla de racionamiento. «Además, me obligaron a repudiar a las Damas de Blanco (el movimiento de oposición ciudadana cubano). Si no lo hacía, me retiraban la comida de la cesta básica’. Ni siquiera podía salir del país ‘si no cumplía con las obligaciones morales de la Revolución’.
Yanilka recuerda haber sido agredida verbalmente por simpatizantes del gobierno y ‘a veces maltratada físicamente’. En cuanto a su hijo, fue obligado a participar en actos institucionales, ofrendas y su educación se basó en el adoctrinamiento. Tras la aprobación del Código de FamiliaEn septiembre de 2022, el gobierno cubano podrá revocar la patria potestad de una familia en cualquier momento que considere oportuno. Yanilka fue retirada para una misión. Mientras tanto, el Estado conservaría la tutela de su hijo.
Aquí empezó el plan de fuga. Aprobó la misión porque, una vez aceptada, quedaría liberado de los cargos que tenía contra el estado, incluida la devolución de su pasaporte y su documentación. Este era el momento clave para obtener los documentos a tiempo para salir del país.
Durante los tres meses siguientes, Yanilka asistió a una especie de curso preparatorio para la misión que nunca emprendió. Desde Mallorca, una vez más fue crucial la participación de José Luis y Katy, y en este caso de Roger, su marido. Buscaron países sin visado a los que volar desde Cuba. El destino era Turquía, con escala en Alemania.
Para ello, prepararon la documentación necesaria y muy importante para pasar sin problemas todos los controles de seguridad: dinero en efectivo (4.000 euros)El dinero en la cuenta bancaria, un pasaporte válido y una carta de invitación de Turquía (resulta que tenían un conocido allí y le pidieron este favor). José Luis se aseguró de que la escala desde Alemania no durara más de dos horas para evitar esperas y posibles preguntas.
‘Cuando subimos al avión en Cuba, estaba muy nervioso. Al principio no querían dejarme bajar, pero los responsables hablaron y al final conseguí pasar», recuerda Yanilka, que consiguió llegar a su destino final sin retrasos ni más complicaciones. Desde Turquía se dirigieron a Serbia. Aquí comenzó el viaje más peligroso de sus vidas. Conocieron a otros 11 cubanos y a un turco que se les unió en el viaje. Viajaron en tren, autobús y a pie, sobre todo cuando cruzaban fronteras. Durmieron en hoteles y al aire libre. El grupo sabía a qué venían, a conseguir su libertad y empezar de nuevo. Pero también conocían los riesgos. Es 16 de enero de 2023.
«Si dormíamos en la calle, nos acurrucábamos todos juntos para mantenernos calientes. Cruzaríamos la frontera a pie para evitar que nos cogieran. Tirábamos cualquier papel, billete o documento que pudiera reconocer de dónde veníamos. Y guardábamos muy bien nuestros pasaportes, en el cuerpo. Queríamos estar indocumentados por si nos encontraban. Yanilka y sus hijos no saben cuántas horas caminaron, pero sí saben que la comida era limitada. «Teníamos que sobrevivir con el poco dinero que teníamos y pagar el transporte.
El momento más difícil fue entre Bosnia y la frontera croata. En doce excursionistas tuvieron que cruzar el río Sava para cruzar al pueblo vecino. Era una zona peligrosa, ya que algunas personas habían muerto intentando cruzarlo, según contó más tarde un policía a Yanilka. El grupo de 12 personas había comprado previamente una barca porque sabían dónde se metían. Tras varias complicaciones, quedaron atrapados en un meandro. No podían avanzar.
«La temperatura bajó y el agua empezó a subir. Delante de nosotros pasaron bloques de hielo. Nadamos hasta un trozo de tierra donde había un árbol. Para sobrevivir, quemamos máscaras y ropa». Como la situación empeoraba, Yanilka llamó a José Luis. Eran las dos de la madrugada. José Luis llamó inmediatamente al 112. Estaba claro: «¡No preguntes, actúa!». La policía y la Cruz Roja acudieron al rescate el 24 de enero, tras casi ocho días de travesía.
El grupo fue trasladado a un campo de refugiados. Yanilka y su hijo escaparon al cabo de dos días. Lo hicieron en grupos muy pequeños para no llamar la atención. Al día siguiente destino fue Eslovenia en una travesía nevada y fría. Aquí fueron detenidos de nuevo por la policía y trasladados a otro campo de refugiados.
Y de nuevo partieron de madrugada. Porque primero tenían que continuar hacia España. A partir de aquí, el camino empezó a mejorar cuando llegaron a Italia. Algunas de las personas que les habían acompañado en su huida se quedaron en mitad de la noche. Italia y Francia. Pero otros acabaron en Barcelona, como Yanilka, que pasó toda la última etapa en el transporte.
El viaje duró 15 días. Durante todos estos días, José Luis y su mujer Katy entraron de nuevo en acción: compraron comida a través de la aplicación Glovo para alimentar a los viajeros, pero especialmente a Yanilka y al bebé. José Luis los recogió en Barcelona y juntos cogieron un avión a Mallorca. «Había advertido a mi marido de que estaría estresada hasta que le viera. Cuando le vi, me relajé», explica Yanilka sobre el emotivo reencuentro.
Yanilka consigue relajarse cada día más. Va a terapia, aunque por la noche los tres tienen pesadillas sobre el pasado. Estaba traumatizada, incluso me sentía una mala madre, pero sólo tenía dos opciones: salir del país y abandonar a mi hijo en Cuba o huir, aunque los dos podríamos haber muerto. Esto te afecta como madre, pero pensé que dejarlo en el país era una muerte peor’.
Y para profundizar en el tema aquí la fuente
Martina Rodríguez es periodista española nacida en Mallorca, España, en 1965. Comenzó su carrera trabajando como reportera local para el Diario de Mallorca. En 1993, fue contratada por el periódico nacional El País, donde trabajó como corresponsal en la oficina de Madrid. También ha trabajado como periodista independiente para varias publicaciones, incluyendo El Mundo y The Guardian. En los últimos años, ha sido colaboradora habitual de la revista online Gatopardo.
Rodríguez está considerada como una de las principales periodistas españolas. Ha ganado varios premios por su trabajo, entre ellos el Premio de la Asociación de la Prensa de Madrid (2003) y el Premio Nacional de Periodismo (2007). En 2010 recibió el prestigioso Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Rodríguez también ha participado activamente en la promoción de la libertad de prensa y la libertad de expresión en España. En la actualidad colabora con el diario de las islas baleares: Gaceta Balear.
- Martina Rodríguezhttps://gacetabalear.es/author/martina/
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